miércoles, 1 de febrero de 2012

Echalecuento: Nadie vive sin historias

Las historias han existido desde siempre. Supongo que han cumplido funciones muy diversas, desde la mera transmisión de información hasta la enseñanza de valores y normas sociales, pasando por el mero entretenimiento. Así, supongo que desde siempre hubo cuentistas. Los ha habido malos, como aquel que se inventa la imaginaria muerte de un familiar muy real, y buenos, como los guionistas de los Simpson.

Yo tengo debilidad por los buenos, aunque reconozco que los malos me atraen también, cuando son frescos e insolentes, sin ser dañinos.

Me crié escuchando un buen cuento antes de dormir, cada noche. Lo recitaba una cinta de cassette, de la editorial Salvat. Luego crecí y seguí con mi afición a las historias, viendo series de televisión como Cajón Desastre o El Cuentacuentos, de Jim Henson. Más tarde me pasé a los comics, donde los cuentos adquirían un nuevo formato y se revestían de imágenes multicolores de pantalones ajustados. Empecé con los clásicos: Mortadelo, Zipi y Zape, el Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín... Luego tuve acceso a comics de fantasía heróica a través de First Comics, impulsado por mi querido hermano, que encontró de esa manera una hábil forma de conseguir leer las colecciones a las que él no llegaba por presupuesto. De ahí a Marvel sólo hubo un paso, y después llegó DC, y finalmente lo europeo. Todo esto, aderezado por libros y más libros, de toda índole y condición. Un ratoncillo de biblioteca, vamos. 

Actualmente, como acabo de demostrar con todo este rollo, sigo enganchado a las historias. Escuchar un buen cuento, narrado con intención y con sentimiento, sigue siendo para mí un placer de regusto a viejo y nuevo a la vez.

El otro día asistí a una sesión de cuentacuentos de un par de compañeros. Echalecuento, se llama la aventura en la que se han embarcado. Desde mi punto de vista un proyecto frágil, delicado, quebradizo incluso. Pero necesario. Muy necesario.

En esta época en que parece que nos hemos aficionado a perder el rumbo, a olvidar la esencia de las cosas; los cuentos nos pueden hacer conectar de nuevo con lo sagrado, con lo fundamental que duerme dentro de cada uno de nosotros. Nos pueden ayudar a limpiar nuestros ojos del hollín de las fábricas, a despejar nuestras cabezas de las madejas trenzadas por el trabajo, a desatascar nuestros oídos, sordos incluso al latir de nuestro propio corazón. 

Blas y Vivi intentan desperezar al niño que somos, y que suele permanecer enclausatrado en una carcasa de hormigón, a prueba de sueños. Les queda un largo camino, plagado de altibajos y sinsabores. Lo siento, esto es así. Pero espero que también repleto de esperanzas, de luchas, de avances. Los admiro por su valentía, y les deseo lo mejor. Quizás algún día otro cuentacuentos cuente su historia. 

 https://www.facebook.com/profile.php?id=1272798619#!/echalecuento


(fotografía de Lourdes Martinez Gómez)

http://www.youtube.com/watch?v=t-pAE8GsW60 (El Cuentacuentos de Jim Henson)

No hay comentarios:

Publicar un comentario