Durante estos meses de esfumeque bloggero, mi actividad ha sido frenética.
He participado en varios montajes teatrales, a los que ya dedicaré, o no, alguna línea. También ha habido proyectos que han caído por su propio peso, o por el peso de los cadáveres que colgaban atados a sus pies.
En el terreno audiovisual, alguna cosita ha surgido. Un mediometraje y un par de cortos. Incluso me vi en pantalla grande en el teatro Darymelia y en el Infanta Leonor. No está mal para tan parca producción.
El éxito, ese fantasma errabundo que duerme siempre con otro, no me ha lanzado aún ni una mirada, pero como yo le vuelvo el culo, es normal que se enoje y pase de mí.
He comprobado, como espectador, el talento, el arte y la variedad que hay en esta tierra mía. Como en botica, vamos. Asombrado, descubro siempre más y más gente con talento, profesionales de la ilusión que, sin medios la mayoría de las veces, engarzan ideas con delirios para ofrecer productos de calidad.
Estoy que me subo por las paredes, en plena efervescencia, en ebullición. Algo se fragua dentro de mí, y sólo necesito el tiempo para darle forma. Inspirado a ratos, planean dentro de mi cabeza un saco de buitres calvos, que engordan a base de carroña y restos de ideas muertas.
Tengo en el tintero alguna colaboraciones por acabar, un par de obras por empezar, y un sueño: un producto mío. Mi sello. Mi huevo. Mi estandarte. Mi marca. Mi bandera. Mi identidad.
Lo veremos.
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