lunes, 20 de febrero de 2012

Relato - La Tienda de la Srta. Punchi

Esta semana he ganado el concurso semanal que se organiza en la página web: http://extravaganzia.ning.com/

Participo, con desigual suerte, desde hace ya cerca de un año, y debo reconocer que supone todo un aliciente que salpimenta la semana. Las reglas son pocas y sencillas. Los participantes sinceros (espero) y comprometidos. Y hay nivel, ¿eh? Que yo gane es la excepción. Pero qué coño, mola.

Ahí va el cuento:

LA TIENDA DE LA SRTA. PUNCHI


Frente a un tapiz de baldosas rojas y blancas, a la izquierda de una papelera desmochada, justo bajo la luz de la tercera farola, si empiezas a contar desde el principio de la calle, puedes encontrar el negocio de la Srta. Punchi. No tiene rótulo ni nombre, y nadie es capaz de verlo a no ser que lo esté buscando expresamente, sea o no consciente de ello.
En su escaparate se amontonan los más diversos artilugios. Hay tirachinas de chocolate, sombreros de cuello vuelto, bastones de empuñadura invisible, un desatascador cromado, un pato vivo, el pomo de la puerta que abre los sueños, un reloj que desteje el tiempo, las gafas de un enano sabio, las botas de las siete leguas, una colección de enagüillas tejidas por hadas las noches sin luna de abril, libros sin cubierta y cubiertas sin nada en su interior, sortijas de azúcar, diademas de cielo, caftanes de tejidos en movimiento perpetuo y un sinfín de objetos más, todos raros y curiosos.
En el interior, el libertinaje reina en las estanterías. Depósitos de utensilios nuevos, usados o gastados cohabitan en extraño equilibrio, engullendo completamente la atención hasta del cliente más experimentado.
La Srta. Punchi siempre deja que pasen unos minutos antes de carraspear suavemente, atrayendo la mirada del interesado hacia sí misma. Su aspecto es menudo y vivaz. Aunque sea todavía una señorita, se adivina que supera fácilmente el centenar de años. Sus ojillos verdes giran en las cuencas de manera anormal, casi hipnótica, y parecen verlo todo a la vez, incluso dentro de tu propia alma. Cuando habla lo hace con pausa, midiendo las palabras, acariciándolas, casi besándolas. Su voz se mete dentro de ti, deslizándose suavemente por tu oreja, y se enrosca en torno a tu corazón, despertando tus anhelos más profundos.
Da igual el propósito que te haya llevado hasta allí o el objetivo que te hubieras marcado antes de entrar en la tienda. Una vez que ella ha hablado, tu pensamiento se hace esclavo de su poder.
La Srta. Punchi lee algo en tus ojos, escucha con atención las palabras que no dices, veladas entre el discurso balbuciente que haces, y sonríe. Luego, invariablemente, camina con agilidad hacia alguna repisa, abre alguna caja o descorre una cortina, mira en el interior de algún cajón, gira una llave o despega algún sobre, y regresa a tu lado. Cuando te ofrece lo que trae consigo nunca es lo que esperabas. Con frecuencia son objetos rotos o astrosos, de dudosa utilidad y aparentemente poco misterio; pero que algún día, posiblemente, te salvarán la vida.
No obstante, su mercancía más valiosa es la enorme colección de trajes y disfraces que atesora oculta tras un biombo de recargados grabados orientales. Hay allí indumentaria de todo tipo y condición, de gama alta y de baja ralea, estrambóticos y ordinarios. Cualquier cosa que hayas imaginado alguna vez tiene su reflejo en uno de sus disfraces. Si la Srta. Punchi cree que estás preparado, te saca el que mejor te viene. Al ponértelo compruebas que se adapta perfectamente a tu cuerpo, y notas cómo el rol que representa se introduce dentro de ti, a través de los poros de tu piel, y se hace con el control de tus actos.
Cuando sales de la tienda te has fundido de tal manera con el traje que ya no sabes dónde empiezas tú y dónde acaba él. Se ha convertido en ti, y tú te has convertido en él. Sois uno. El auténtico.
Dicen que la Srta. Punchi obtuvo esta colección de disfraces en uno de sus extraordinarios viajes a la frontera entre lo Real y lo Imaginario. Y dicen también que estas telas sacan aquello que siempre habías ocultado a los ojos de los demás, e incluso a ti mismo, y provocan que luzcas como realmente eres, con la máscara de la verdad colocada sobre el rostro hasta el día de tu muerte. Eso dicen. Dicen muchas más cosas de la Srta. Punchi, pero sólo son rumores. En realidad nadie la conoce completamente. Y nadie sabe si ella misma tiene puesto uno de sus mágicos disfraces.

Bien, ese es el relato. Y mi premio, una hermosa vitrina confeccionada para tal ocasión por la "Ama del Calabozo" de la región.

Contemplad y llorad:

  


miércoles, 15 de febrero de 2012

Laboratorio Clown - Nena Caracol

Realizado el segundo taller de LABORATORIO CLOWN, con Nena Caracol (nombre "payasil" de Belén Gordillo), no puedo sino estar admirado por este mundillo tan extravagante.  

Siempre he hecho el payaso, es cierto, pero nunca he sido uno. Ahora, gracias a estos tímidos contactos con ese ser tan especial que habita dormido dentro de mí, ha despertado mi deseo de sumergirme en ese estado. Porque el Clown, como dice Belén (y otros cuantos más) no es un personaje, sino un ESTADO. El payaso no se hace, sino que se es.

Qué curioso, ¿verdad? No había yo asociado palabras como "sinceridad",  "honestidad", "fracaso", "encajar", "ridículo", "Augusto" o "telegrafiar" al clown. Hasta ahora.

Ese tipo que tiene el cerebro de mosquito, el corazón de un gigante y los ojos de un niño de  dos años, cautiva, si le dejas asomarse fuera del caurtucho al que habitalmente lo tenemos desterrado. Ese tipo que covierte la tragedia en triunfo, que vive lo que le rodea con la inocencia que muchos perdimos en el camino, cautiva. Ese tipo, sí, ese tipo he dicho, que te miente sin saberlo, y que por tanto siempre dice la verdad, cautiva. Ese tipo, que como máscara se pone un simple punto de color en la nariz, que expresa lo que siente y que lo siente todo con intensidad, cautiva. Ese tipo tonto y agudo a la vez, tierno a veces, ridículo en otra ocasión, esquizofrénico, estrafalario, rimbombante y vodevilesco, pobre, alegre, hablador o silencioso, valiente cuando puede, cobarde cuando quiere, que busca sin intención de encontrar, sólo por el placer de buscar, humilde, sorprendente y sorprendido por igual, que cuando llora lo hace como ríe un niño, de verdad; ese tipo, digo, cautiva.

Y si no me crees, haz la prueba. 

http://www.nenacaracol.com/
http://www.youtube.com/watch?v=oHTBACZX8CE   

domingo, 5 de febrero de 2012

Tacón y Traste



No soy muy dado al FLAMENCO. De hecho, no soy nada dado al flamenco. Me falta la sensibilidad, la inclinación, la predisposición, el sentimiento. No acabo de pillarle el punto, la verdad. Y eso que, como a buen andaluz, debieron enseñarme en la escuela, aparte de a torear, a bailarlo y cantarlo con frescura y gracejo. Pero nada.

Por eso tiene doble mérito que disfrute con un espectáculo de esta naturaleza. Con el grupo TACÓN y TRASTE lo hago. Ya son varias las veces que he asistido a alguno de sus espectáculos y, aunque al principio siempre dudo, luego me voy con el ritmo y la ganas de taconear metidas en el cuerpo. 

Carlos Santiago, "El Rubio de Linares", "El Tomate", Vicky Romero y Ubaldo Valverde logran hacer que me se ponga la piel de gallina, el corazón en carne viva y los cojones encogíos. Que bailes, que florituras, que rasgueos, que gorgojeos, que taconeos, que palmeos, que quejíos, que trinar...

Sigo sin comprender cómo se puede uno emocionar con letras que muchas veces hablan de fiestas, de vino, de morenas, de vestidos, de patios y pucheros, de lunares, de sombreros, de caballos , de "mares" y de "ayes"; pero no puedo negar que lo logran.

Es un grupo que tiene "duende", y magia andaluza, que le dicen, también. Y para un actor, algo que me parece fundamental: ACTITUD. Carletes, el bailaor, escoltado por sus enormes partener, arrasa con su presencia escénica. Por encima de sus virtudes como exponentes de este arte tan curioso, que dicen que nació allá por el siglo XVIII, eso es lo que me llama la atención. Cómo su figura, sin más, llena el espacio e inunda la sala de una pasión que, rebosando en forma de sudor, salpica el tablao, impregnando de vida todo el teatro.

Poco más puedo añadir. Que me gusta, leñe. Y para los excépticos, los apátridas voluntarios, y los duros de roer, como yo, es de agradecer una oportunidad así para poder sentirse, por un rato, un poquito más andaluz.   

http://www.youtube.com/watch?v=AAK8T9fW_eE

miércoles, 1 de febrero de 2012

Echalecuento: Nadie vive sin historias

Las historias han existido desde siempre. Supongo que han cumplido funciones muy diversas, desde la mera transmisión de información hasta la enseñanza de valores y normas sociales, pasando por el mero entretenimiento. Así, supongo que desde siempre hubo cuentistas. Los ha habido malos, como aquel que se inventa la imaginaria muerte de un familiar muy real, y buenos, como los guionistas de los Simpson.

Yo tengo debilidad por los buenos, aunque reconozco que los malos me atraen también, cuando son frescos e insolentes, sin ser dañinos.

Me crié escuchando un buen cuento antes de dormir, cada noche. Lo recitaba una cinta de cassette, de la editorial Salvat. Luego crecí y seguí con mi afición a las historias, viendo series de televisión como Cajón Desastre o El Cuentacuentos, de Jim Henson. Más tarde me pasé a los comics, donde los cuentos adquirían un nuevo formato y se revestían de imágenes multicolores de pantalones ajustados. Empecé con los clásicos: Mortadelo, Zipi y Zape, el Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín... Luego tuve acceso a comics de fantasía heróica a través de First Comics, impulsado por mi querido hermano, que encontró de esa manera una hábil forma de conseguir leer las colecciones a las que él no llegaba por presupuesto. De ahí a Marvel sólo hubo un paso, y después llegó DC, y finalmente lo europeo. Todo esto, aderezado por libros y más libros, de toda índole y condición. Un ratoncillo de biblioteca, vamos. 

Actualmente, como acabo de demostrar con todo este rollo, sigo enganchado a las historias. Escuchar un buen cuento, narrado con intención y con sentimiento, sigue siendo para mí un placer de regusto a viejo y nuevo a la vez.

El otro día asistí a una sesión de cuentacuentos de un par de compañeros. Echalecuento, se llama la aventura en la que se han embarcado. Desde mi punto de vista un proyecto frágil, delicado, quebradizo incluso. Pero necesario. Muy necesario.

En esta época en que parece que nos hemos aficionado a perder el rumbo, a olvidar la esencia de las cosas; los cuentos nos pueden hacer conectar de nuevo con lo sagrado, con lo fundamental que duerme dentro de cada uno de nosotros. Nos pueden ayudar a limpiar nuestros ojos del hollín de las fábricas, a despejar nuestras cabezas de las madejas trenzadas por el trabajo, a desatascar nuestros oídos, sordos incluso al latir de nuestro propio corazón. 

Blas y Vivi intentan desperezar al niño que somos, y que suele permanecer enclausatrado en una carcasa de hormigón, a prueba de sueños. Les queda un largo camino, plagado de altibajos y sinsabores. Lo siento, esto es así. Pero espero que también repleto de esperanzas, de luchas, de avances. Los admiro por su valentía, y les deseo lo mejor. Quizás algún día otro cuentacuentos cuente su historia. 

 https://www.facebook.com/profile.php?id=1272798619#!/echalecuento


(fotografía de Lourdes Martinez Gómez)

http://www.youtube.com/watch?v=t-pAE8GsW60 (El Cuentacuentos de Jim Henson)