domingo, 1 de abril de 2012

HAMELIN - Juan Mayorga



El pasado 27 de marzo representé, como miembro del Laboratorio Teatral de la UPMJ, la obra "HAMELIN", de Juan Mayorga. Fue un estreno digno, donde se pudo ver un montaje que apunta maneras. 

A diferencia de las ocasiones anteriores esta vez la DIRECCIÓN, en su mayor parte, no corrió a cargo de Miguel A. Karames, sino de Pedro J. Lendínez. Yo ya he trabajado en diferentes ocasiones con él, incluso se podría decir que hemos mamado de la misma teta, y la relación es muy buena, fluida y cálida; si bien esta es la primera vez que me pongo bajo su batuta de director. La experiencia me ha gustado. Además, la sombra de Miguel, que es alargada, sobrevolaba los ensayos y teñía con pequeñas pinceladas (o no tan pequeñas) el asunto, que poco a poco iba cogiendo color.

Pausa.

Como es habitual en nuestro trabajo en el LABORATORIO, despiezamos el texto, lo giramos, lo revolvemos y nos quedamos con lo que nos gusta. Repartimos personajes, creamos el espacio que va a servirnos de canal de comunicación y nos enharinamos hasta los codos en todo el proceso.

Pausa.

Una de las cosas que más me llena de todo este experimento que es el Laboratorio Teatral es precisamente la posibilidad de imaginar, de idear, de construir y de de-construir lo que envuelve a la obra, sin cambiar su esencia. Me gusta participar en la elección de los momentos descartados, en el diseño de la escenografía, en la definición de los personajes, en el vestuario seleccionado... Es todo un reto y un estímulo. Sigo con mis ideas imposibles y mis pajas mentales, pero poco a poco voy aprendiendo a canalizarlas y a modularlas. 

Aunque por imperativos laborales he podido dedicarme menos de lo que me hubiera gustado a la función, he intentado seguir todo el proceso en la medida de lo posible. Y he ido viendo cómo el concepto iba creciendo y tomando cuerpo, pasando del mundo de las ideas a encarnarse en un ente sólido y tangible. Sobre todo he presenciado estupefacto el crescendo del ritmo, elemento clave de toda obra, y que en Hamelin es especialmente relevante, al contar con una puesta en escena parca en decorado, atrezzo, luces y sonidos. Este montaje es un caramelo sin envoltorio, depositado en la puerta de un colegio. 

Porque de eso HABLA, en realidad. De la atracción, del deseo, de las promesas, de las mentiras, de los espejismos que nos rodean y nos condicionan en nuestras elecciones diarias, de la seducción de una música de flauta que nadie ha oido jamás. De cómo una buena intención puede estar cimentada en mierda, y de cómo un acto abominable puede estar originado por un dulce sentimiento. De eso habla esta obra, de cómo envolvemos la realidad para que dé la impresión que queremos que dé, tanto a los demás como a nosotros mismos. Y de los niños, claro, también habla de los niños. Aunque en mi opinión habla del niño como metáfora de la inocencia, que es vendida y manchada por los intereses de los adultos, de los que ya hace tiempo se rindieron.

Pausa.

El texto me parece crudo y bien costruido, la historia sólida y bien armada, y nuestro montaje, el germen de algo que puede quedar bastante bien. 

Como es habitual, el trabajo de mis COMPAÑEROS ensalza el mío propio, que enmarcado en este contexto me permite seguir avanzando en mi proceso de aprendizaje personal. Mis felicitaciones a todos ellos, que han construido de nuevo un edificio donde me siento cómodo y me gusta vivir. Y eso que es todo un desafío esta función, que deposita mucho de su peso en las interpretaciones. Mis compañeros pasan con nota el examen. Bien dirigidos por Pedro y Miguel, sacan afuera lo que ni siquiera sabían que tenían dentro. 

La criatura ya ha visto la luz. Veremos ahora cuánto permanece con vida.

Silencio.

(fotografía de Pepe Aranda)